Las neurociencias han
venido a iluminar nuestro conocimiento respecto a la estructura, funcionamiento
y potencialidad de nuestro cerebro. Y por supuesto, esto también puede
ayudarnos a entender nuestra naturaleza, el arrepentimiento y el nuevo
nacimiento espiritual, todo lo cual es un proceso importante, por el que cada
cristiano ha de pasar.
El ser humano
nace con aproximadamente 100 mil millones de neuronas. Las neuronas son
el componente principal de nuestro sistema nervioso, y se encargan de recibir,
procesar y transmitir información en nosotros mismos. Cuando nacemos,
prácticamente no tenemos información registrada en nuestro cerebro, así que
cuando venimos al mundo, iniciamos todo un proceso de aprendizaje, que se
produce a través de experiencias, percepción, y enseñanza directa, ya sea de
nuestros padres o de otras personas.
Hay aprendizaje
que es imposible de olvidar: el habla, algunos hábitos, distinguir la derecha
de la izquierda, etc. De hecho, siempre estamos aprendiendo, aunque la
mayor parte de la información que recibimos es irrelevante y la olvidaremos
fácilmente. Hay cosas que no podremos olvidar jamás, como nuestra lengua
materna, podemos aprender otras, pero no olvidar la propia.
Es aquí donde
viene algo importante: hemos aprendido muchas cosas imposibles de olvidar, y
solo si se destruyera algunas áreas de nuestro cerebro, podríamos olvidarlas,
de otra manera sería imposible. Por ejemplo, ¿cómo olvidará una chica el trauma
de una violación? Ella podría recomponer su vida y aprender a vivir con esa
experiencia, quizás hasta volviéndose más fuerte, madura, o todo lo contrario.
No obstante, esa experiencia ha quedado guardada para siempre en su memoria.
El problema
para el cristiano, es que gran parte de “este aprendizaje ha sido negativo”, y
cuando viene al cristianismo, está obligado a renunciar a aquel aprendizaje que
obtuvo a lo largo de su vida, antes de venir al Señor. Pablo dice: “…y
renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado
según Dios en la justicia y santidad de la verdad.” Ef.4:23,24, RVR60. Él
nos pide que desmontemos la estructura de pensamiento o conocimiento que
tenemos y que adoptemos uno nuevo. La palabra “Renovarse”, según Strong, indica
“Nuevo, Juvenil”. Es como si nos dijera que debemos volver a esa sección
joven de nuestra vida, que estaba limpia, y sin aprendizaje, y colocar en ella
una nueva información, por eso Pablo agrega “y vestíos del nuevo
hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad”.
Tenemos que entender que esta renovación no es algo que nosotros podamos lograr
naturalmente, por eso esta nueva vida y forma de pensar proviene de Dios, y se
basa en su Palabra: en la justicia y santidad de la verdad.
Al pedírsenos
“renovar nuestra mente”, lo que se nos pide es reaprender, regresar al
principio del camino, y empezar de nuevo, pero esta vez, siguiendo las reglas
correctas para andar bien por ese camino. Pero, “allí está el detalle”, como
diría el insigne comediante, la renovación de la mente, el nuevo nacimiento, el
cambio de vida, requiere de nosotros una firma voluntad y una disposición total
de renuncia de lo que hemos sido. Se podría llamar a esto último
“arrepentimiento”, porque eso es el arrepentimiento, un cambio consciente y
genuino de mentalidad para un cambio de vida verdadero.
Ahora bien,
pensemos en esto: si solo se requiriera de nuestra voluntad, realmente nunca
cambiaríamos, porque nuestra voluntad es débil, “el espíritu está dispuesto,
pero la carne es débil”. Por eso es que esta renovación tiene su base en el
plan de Dios, “el nuevo hombre creado según Dios”. A esto podemos llamar “el
acompañamiento del Espíritu Santo”, porque solo el Espíritu puede sustraernos
de nuestra naturaleza pecaminosa e inducirnos a una vida diferente, de nivel
espiritual, Gál.5:22,23.
¿Qué debemos
reaprender?
Pablo dice que
la nueva vida se basa en las reglas del Señor: “en la justicia y santidad de la
verdad”. Nuestro nuevo aprendizaje, la base de la renovación mental está en la
Palabra, la cual es capaz de santificar al ser humano, Jn.17:17. Esta Palabra
tiene que ser INGERIDA y DIGERIDA por nosotros, para que pase a formar parte de
ese aprendizaje que nunca se olvidará. La justicia y santidad de la
verdad deben penetrar profundamente nuestra conciencia para que realmente haya
una renovación.
Reiteremos lo
anterior. En nuestra memoria hay mucha información registrada, adherida,
soldada en nuestro subconsciente. Lamentablemente, mucha de esta información es
negativa, y de alguna u otra forma se proyecta en nuestra personalidad,
carácter, forma de vida. Es por eso que debemos sustituir esa información
negativa por otra que sea de calidad, correcta. Estas nuevas ideas están
basadas en “la justicia y santidad de la verdad”. Solo la Palabra de Dios es la
información correcta que puede sustituir la información inapropiada que se
encuentra en nuestra mente. Pero, ¿cómo sustituir una información por
otra? Veamos tres recomendaciones.
PRIMERO: Acepte que la nueva vida a la que usted está
accediendo es una que Dios ha creado, es el ropaje que Dios ha preparado para
usted, para que su existencia sea completamente distinta y excelente.
Necesitamos que Dios intervenga en nuestra transformación, porque nosotros, por
nosotros mismos, no podríamos lograrlo, pues si lo pudiéramos hacer, el Señor
no necesitaría ofrecernos esta vida.
SEGUNDO: En las Escrituras hay instrucciones nemotécnicas, en
otras palabras, enseñanzas basadas en la repetición, para que la información
repetida constantemente se integre en nuestra mente: “Nunca se apartará de tu
boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que
guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces
harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien.” Jos.1:8, RVR60. Es importante
repetir constantemente las instrucciones de la Palabra, solo así estas se
podrán incorporar en nuestra conciencia, y de esa forma generar en nosotros una
nueva conducta y forma de vida.
TERCERO: La repetición del conocimiento, aunado a la práctica,
concluye en un aprendizaje permanente y un estilo de vida según la voluntad de
Dios. Santiago dice que no debemos ser “oidores olvidadizos”,
Stg.1:23. Si una persona se congrega, escucha un mensaje y no lo
incorpora a su nuevo conocimiento para ser practicado, esto indica,
sencillamente, que ha escuchado, pero no ha aprendido, y si aprendió algo y no
lo practica, esto significa que los datos solo han quedado en la superficie de
su conciencia, y no han profundizado, no han arraigado para integrarse en ella.
Es la práctica del nuevo aprendizaje lo que consolida el nuevo conocimiento.
Nuestra mente
es un inmenso receptor de información, de aprendizaje. A lo largo de nuestra
vida hemos aprendido y nuestro cerebro está lleno de información.
Lamentablemente, la mayor parte de esa información es negativa, y es por eso
que, al venir a Cristo, debemos sustituir dicha información por “la justicia y
santidad de la verdad”. Esto nos permitirá, verdaderamente, experimentar esa
transformación que se requiere para vivir una vida nueva y según Dios.
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