LOS 7 HÁBITOS DE LOS PREDICADORES ALTAMENTE EXITOSOS


Charles A Spurgeon
Estos últimos años he redescubierto la predicación. Se ha convertido en un objetivo importante para mí mejorar como expositor de la Palabra eterna de Dios. Esto no puede lograrse por un acto milagroso, como muchos esperarían, pensando que por la unción del Espíritu, sus ministerios tendrán éxito. A Dios le importa lo que hacemos y cómo lo hacemos, y por ello, es de vital importancia dedicarse a lo que nos hemos dedicado: al ministerio de la Palabra. Por eso, haciendo un breve resumen de hábitos y creencias de predicadores exitosos, la siguiente es la lista de lo que encontré. Espero le sea útil.

UNO

El predicador exitoso tiene un buen horario y realmente encuentra tiempo para todo. Mucha gente se queja que no tiene tiempo para nada, pero realmente no es así. A la verdad, todos, absolutamente todos, tenemos las mimas 24 horas cada día, sin embargo, no todos las administramos como se debe. Hace algunos años descubrí que levantarme temprano, para mí a las 4:30 am, resultaba muy provechoso. Podía realizar cosas que en el resto del día me serían casi imposibles. Las tempranas horas del día son más fáciles de manejar para uno, ya que puede decidir sus rutinas y actividades. Al inicio me costaba un poco, pero mi amigo el celular, con su alarma, me fue de gran ayuda.

DOS

Por muchos años luché por hacer ejercicios, pero cada intento esporádico fallaba. No tenía la fuerza de voluntad suficiente. Un día, leyendo “12 principios del cerebro” de John Medina, entendí por qué el ejercicio es importante para el buen funcionamiento del cerebro, así que como alguien ocupado en el estudio, me dispuse a incorporar a mi día una rutina de ejercicios. Dos meses después de iniciado, y con la motivación que aprendí de Medina, comencé a ver resultados, mi memoria mejoró y mi capacidad de aprender se elevó enormemente. Tal vez esta sea una de las cosas que menos hacen los predicadores actualmente, aunque es de vital importancia.

TRES

Dedican un tiempo específico a la oración. Después de una rutina de ejercicios, qué provechoso es orar. Recomiendo que al despertar dé gracias y luego haga su rutina de ejercicios, pero orar como algo específico, invertir tiempo en ello, es mejor después de ejercitarse. La razón es muy sencilla: la tremenda dosis de oxigeno que hemos recibido, permite que nuestra mente funcione mejor, y se puede experimentar una mejor experiencia al orar. ¡Garantizado!

CUATRO

Por supuesto, dedica tiempo al estudio de la Palabra, lo cual es diferente al tiempo de lectura. La Biblia es la fuente de ideas y fortalezas que el predicador necesita. Ella está llena de los principios y valores que guiarán nuestras vidas y nos convertirán en hombres sabios para poder aconsejar de forma contundente y atinada. Claro está, tiene su mente abierta para descubrir las verdades profundas que están en ella, la estudia sin prejuicios, analiza su contexto, sabe conectar las ideas de ese contexto para sacar conclusiones acertadas. Sencillamente, procura ser un verdadero erudito en el entendimiento de la Palabra.

CINCO

Un predicador que se respeta y entiende su ministerio, lee constantemente. Según su biografía, el gran Spurgeon leía al menos seis libros por semana, (pero entienda que cuando Spurgeon vivió, los libros eran enormes) y se comenta que leyó al menos 100 veces “El Progreso del Peregrino” durante toda su vida, comenzando desde niño esa lectura. Su voracidad como lector se puede comprobar cuando leemos sus sermones, la profundidad de los mismos, la exégesis, sus aplicaciones e ilustraciones. Estos sermones casi no tienen parangón con otros sermones que usted pueda leer.
Un predicador puede tener miles de libros en su biblioteca personal, pero si no lee, jamás tendrá algo importante que decir. Solo la lectura puede llevarnos a un conocimiento fresco, renovado, que nos ayude a entender a nuestra audiencia y predicar lo que ellos realmente necesitan. Me parece extraño, pero los predicadores que leen mucho se vuelven famosos entre sus colegas, precisamente por eso, porque leen, aunque estrictamente, todo el que abre la Biblia para predicar su mensaje, debería ser un lector voraz. Conozco muy pocos predicadores con esta característica, y lo que es aún peor, que muchos se encuentran en “un círculo vicioso de lectura”, es decir, siempre leen sobre los mismos temas, reforzando así sus ideas, en vez de ampliarlas y adoptar nuevas rutas de comprensión. Realmente, eso no es leer. El verdadero lector construye nuevo conocimiento cuando lee. Por supuesto, lo que es verdad no lo cambiará, pero sí lo entenderá con mayor amplitud.

SEIS

Se preocupa por mejorar siempre como expositor, sin importar el tiempo que tenga predicando. “Si se dedica a lo que se DEDICA”, indiscutiblemente se volverá un experto. Es decir, si uno se dedica a predicar, debe dedicarse a cultivar esa habilidad. Realmente es sorprendente el progreso que uno puede conseguir cuando conscientemente, procura cultivar esa habilidad: escucha a otros predicadores, lee sus biografías, cultiva su oratoria, toma cursos, asiste a talleres, toma tiempo con sus colegas para retroalimentarse, etc. Lo importante es dedicarse a cultivar su profesión de predicador.
El desarrollo personal debe ser constante y nunca debe parar. El peor enemigo que puede tener un predicador es su propio ego que le indique que ha llegado a la cima y que nadie puede enseñarle más. Un predicador que se sienta orgulloso de su experiencia y conocimiento, es como alguien que va voluntariamente a su ejecución, siendo él mismo su propio verdugo. Nunca lo olvide, el constante desarrollo es lo que mantendrá vivo su ministerio, pero la autosuficiencia lo liquidará tempranamente.

Y SIETE

Se ocupa de instruir a otros. Esta fue una gran verdad que le escuché a mi mentor espiritual cuando yo era joven: "ayudemos a otros a crecer como ministros, así, cuando nosotros no estemos, otros podrán asumir nuestro papel." Y resultó ser una gran verdad. Por favor, piense en esto: un predicador tiene la oportunidad de influir directamente en la vida de las personas mediante la exposición de la Palabra; no obstante, puede influir mucho más si entrega su legado a otros que hagan lo mismo, si pasa la antorcha a los jóvenes que vienen detrás. Solo de esa manera su llama nunca se apagará. Pablo dijo a Timoteo: “Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros.” 2Ti.2:2. Sabemos que cuando Pablo escribió estas palabras estaba a punto de ser ejecutado, por lo tanto, su preocupación por la continuidad del evangelio, después de su partida, era enorme. Lo mismo debemos sentir nosotros, esa gran necesidad de dejar un legado que continúe después de nuestra partida.
Usted puede ser instructor de muchos de forma indirecta, y de pocos de manera directa. Sin importar cómo sea, lo que sí es vital es ayudar a otros a que se desarrollen en la hermosa labor de llevar las verdades eternas de salvación a los que aún están perdidos.

ATRÉVASE A SER MEJOR

Seguramente habrá más que agregar a esta lista, pero lo cierto es que el predicador exitoso debe tener sus rutinas que hagan de él alguien profesional, dedicado, con muchos logros y alegrías ministeriales. Lo invito a iniciar este ritual del éxito, si aún no lo hace, para aumentar la calidad de su ministerio y el poder de su predicación. Vuélvase un experto, dedíquese conscientemente a ser el mejor predicador que sus oyentes puedan escuchar.



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