Jesús estableció “maestros” en su iglesia con el fin de ayudar al crecimiento de los creyentes, hasta que estos alcancen la estatura espiritual de Cristo, Ef.4:12,13, madurez, capacidad de servicio al Señor. Ejercer el ministerio de la enseñanza en la iglesia sin duda es un regalo de parte de Dios a quienes él quiere llamar a este ministerio, 1Cor.12:28. No obstante, esto no quiere decir que basta solo con recibir el “don”, es indispensable desarrollarlo, para llevarlo a su máximo nivel, y así, beneficiar a la membrecía grandemente, que, sin duda, asiste a las reuniones principalmente para recibir la enseñanza de la Palabra de Dios.
Las siguientes son estrategias muy poderosas que los maestros, en cualquier estadio de la enseñanza humana, usan para ser efectivos en el Proceso Enseñanza Aprendizaje. La última es especial de quienes nos hemos dedicado a la enseñanza de la Palabra Eterna.
UNO: OBJETIVOS
El maestro eficaz tiene siempre objetivos bien definidos para sus enseñanzas. Ha seleccionado sus temas porque espera lograr algo específico. No va al estrado sin un propósito en mente. Quiere que sus oyentes, al finalizar su presentación, se vayan a casa diciendo: “necesito hacer eso”. ¿Para qué perder el tiempo en una clase bíblica que no ha sido diseñada con un objetivo específico? Alguien podría pasar a enseñar algo solo porque lo escuchó de otro y le gustó, así que decidió que quería hablar de lo mismo, o porque la idea le pareció bonita, etc.
Uno de mis primeros mensajes, al inicio de mi carrera como expositor, se basó en Juan 11:35, “Jesús lloró”. Expliqué varias cosas del asunto, y traté de ser lo más creativo posible al exponer. Al finalizar la reunión, el ministro encargado me preguntó: ¿Con qué propósito predicaste ese tema? No encontré una respuesta para darle, a lo que él añadió: “Un tema puede parecer muy bonito, pero si no tiene un objetivo específico, mejor no predicarlo”.
Por favor, piense en su próxima enseñanza, y planifíquela con un objetivo correcto en mente, esto le ayudará en la preparación de ese mensaje, y podrá dejar una semilla en el corazón de sus oyentes.
DOS: BUENA PREPARACIÓN
Si usted enseña, primero tiene que aprender, y sobre todas las cosas, entienda algo: jamás debe dejar de aprender. Lea, autoedúquese, investigue, corrobore información, amplíela, domine bien el tema del cual hablará, no sea que alguien en el público sepa más que usted sobre el tema y se vea metido en un aprieto.
A un conferencista, en una charla sobre interpretación, se le preguntó sobre un aspecto de su tema, pero admitió que no estaba muy versado en el asunto, y pidió la intervención de otro colega para evacuar la duda del asistente. Bueno, reconocer que no se dominan algunos aspectos del tema no está mal, pero sería mejor tener una buena respuesta para entregar en esos momentos. Solo una preparación continua puede ayudarnos a llenar las expectativas de nuestro público.
TRES: ENSEÑA FÁCIL Y AMENAMENTE
Esta estrategia la aprendí mientras enseñaba en un instituto bíblico. Al llegar a la institución, me enteré que había algunos alumnos con dificultades para aprender, también varios de ellos pensaban que la materia sería un poco difícil. Lo primero que hice fue tratar de darles confianza, asegurándoles que redactar bosquejos no es nada complicado, sino al contrario, algo muy fácil. La clase era Homilética. Vi que ellos aceptaron mi propuesta y la semana entera se tornó en una experiencia agradable, tanto en la enseñanza como en el aprendizaje. ¿Cómo lo sé? Los resultados, señores, los resultados.
La profesora Yolanda, del tercer grado, cuando yo contaba apenas con 11 años de edad, fue un verdugo real. Ella acostumbraba decir “solo explico una vez”. Y en efecto, así lo hacía. Había que ser muy hábil en su clase. Pocos niños pasaban sus clases, y quienes lo lograban, lo hacían con notas muy bajas. Era un terror recibir clases con ella. Pero Rolando, en el 5to grado es el profesor que más recuerdo y con quien más aprendí en la escuela primaria. Era divertido, nadie quería perder sus enseñanzas. Si alguien no aprobaba con él, tenía serios problemas de aprendizaje. No he encontrado un profesor más interesante y divertido como Rolando.
Recientemente asistí a una clase dominical, en la cual el instructor parecía usar la Biblia como un bate de baseball más que como un manual de instrucción para la vida. Logré observar varios rostros simplemente soportando los disparos que provenían de aquella boca. Mi familia y yo decidimos asistir solo a la celebración de los cultos, omitiendo aquellas pesadas clases.
Haga del momento de su clase algo ameno, interesante, un espacio donde todos quieran regresar para aprender, y por qué no, hasta para pasarla bien.
CUATRO: ESCUCHA A QUIENES LO ESCUCHAN
Cuando una clase bíblica se convierte en una carretera de una sola dirección, “el maestro es el único que habla, y los demás tienen que escuchar”, uno no puede medir con eficacia la asimilación de los oyentes. En cambio, cuando el asistente pregunta, comenta, comparte, esto es una señal que usted ha logrado activar todo un proceso en la cabeza de esa persona, y su participación es un claro indicador que es un aprendiz activo.
Muchos años atrás, en una gran congregación, uno de los diáconos levantó su mano varias veces para participar, comentando y preguntando sobre el tema que se exponía. Después de varias veces de hacerlo, quien instruía le dijo: “hermano, por favor, deje de participar, permita que otros también lo hagan”. Bueno, realmente solo ese diácono estaba muy animado participando, nadie más hablaba en ese salón, excepto quien instruía. Creo que no solo yo sentí vergüenza ajena por aquel pobre hombre hablantín que solo quería expresarse y fue cortado de raíz por aquel enseñador de metodología muy primitiva.
Escuchar a su público es la mejor forma que usted tiene para saber cómo están asimilando su enseñanza. En cierta forma, si puede convertir la clase en un conversatorio, esto le traerá ventaja con su público, de ninguna manera coarte la necesidad que sus oyentes tienen de expresarse.
CINCO: LA ENSEÑANZA ESTÁ BASADA EN LAS NECESIDADES DE LOS OYENTES
Las estrategias de enseñanzas más efectivas son las que se centran en las necesidades del individuo, si quien enseña no lo hace tomando como base esas necesidades, sus enseñanzas serán vacías para los que oyen. Nada puede causar mayor interés en el público que escuchar un mensaje que toca sus necesidades, emociones o circunstancias. La enseñanza debe ser una respuesta a esas necesidades. Si no lo es, será solo palabras vacías para el oyente.
En un taller sobre predicación, uno de los asistentes insistió en participar al final, solo para decir que la enseñanza lo hizo pensar, y lo ayudó a tomarse a sí mismo, más en serio como predicador. Si alguien le dice directamente que su enseñanza lo hizo reflexionar, es que esta ha tocado una necesidad vital en esa persona.
Por medio de la participación en las sesiones de enseñanza, el maestro puede identificar las necesidades de sus oyentes, y programar, de esa forma, las enseñanzas pertinentes, además de enterarse de las creencias de sus oyentes.
SEIS: USA LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS COMO RECURSOS DE LA ENSEÑANZA
Por favor, piense por un minuto que “la presente generación” somos los beneficiados con tantos recursos que facilitan la enseñanza y potencian el aprendizaje. Internet, una Laptop, un proyector, información infinita disponible en el momento que la requiramos y mucho más. Ya no solo se trata de pizarra, algunos libros, el aula, las sillas y un espacio, que en sí mismos no constituyen mayores recursos. Los medios modernos permiten, no solo la preparación concienzuda del educador, sino también la auto educación del alumno, a fin de tener un salón de debate, desarrollo y refinamiento del conocimiento. Los recursos tecnológicos dinamizan el aula de clases de forma superlativa.
SIETE: DEPENDE DE SU FUENTE
Y la más importante para el final: dependa del poder que da el Espíritu Santo para ejercer su ministerio, permita que él le ayude en el desarrollo del tema que él mismo le ha dado. Una enseñanza puede tocar la razón, pero cuando el instructor cuenta con el acompañamiento del Espíritu Santo, tal enseñanza toca la conciencia, el corazón.
Hace algunos años, escuchando a un joven predicador, una de sus ideas, sencilla y directa, tocó mi ser, y dispuse de inmediato poner en práctica el consejo recibido. Debo decir que la idea no era nueva para mí, e incluso, había pensado en ello desde varias semanas atrás. Pero en aquella predicación, el toque poderoso del Espíritu de Dios abrió mis ojos y me convenció de obedecer la Palabra expuesta. Después de varios años, aún continúo practicando lo que aquella mañana escuché de un joven, cuyo ayudador para predicar fue el Espíritu Santo.
EN CONCLUSIÓN:
No se olvide que ser maestro da la oportunidad de influenciar a las personas, y que estas pueden cambiar sus vidas a partir de las enseñanzas que usted les presente. Quizás se ha encontrado con alguien que le dijo, “Aún recuerdo su clase, sermón, la lección que impartió en aquella ocasión. Lo que usted enseñó esa vez cambió mi vida para siempre”. No hay gratificación más elocuente que el agradecimiento de aquellos que han sido ministrados eficientemente por nosotros.
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