Parte de mi carrera como expositor de la Palabra es enseñar en diversas instancias, principalmente en institutos bíblicos. A lo largo de estos años he comprobado que a los alumnos no les gusta leer, aunque son ambiciosos en cuanto a su futuro como ministros. Tal actitud me parece curiosa, porque precisamente, el estudio está basado en la lectura. Un estudiante que no lee, un ministro que no lee, un profesional que no lee, simplemente “está condenado a desaparecer”.
El primer libro que leí, a mis dieciséis años, solamente tenía 32 páginas, y aunque no fue nada, estableció la base que me ayudó a continuar por el sendero de la lectura, del aprendizaje permanente. Después de 33 años, he podido leer miles de libros, y poseo una biblioteca de unos siete mil volúmenes. Me angustia saber que después de partir de este mundo, aún se seguirán produciendo millones de páginas ricas en nuevos conocimientos, ideas que ya no podré disfrutar.
Un ministro de la Palabra forzosamente debe tener el buen hábito de leer, porque una persona exitosa incorpora el hábito de la lectura a su rutina profesional. Es indispensable leer varias horas al día para lograr estar en los primeros lugares de las exigencias modernas.
CÓMO FORMAR EL HÁBITO DE LEER:
UNO
Si supiéramos la importancia de leer para nuestras vidas, habríamos estado leyendo desde mucho tiempo atrás. Por eso, inicie entendiendo su importancia, convénzase de lo indispensable de este hábito. Meses atrás leí el libro “Los doce principios del cerebro”, de John Medina, cuyo primer capítulo se titula “El ejercicio estimula la potencia cerebral”. Después de leer este primer capítulo, comencé a levantarme muy temprano para iniciar una rutina de ejercicios que había postergado por años. Y tal como dice Medina, descubrí que realmente mi cerebro se potenció. Entender la importancia del ejercicio para mi vida intelectual generó en mí este nuevo hábito. Jamás volví a dejar mi rutina de ejercicios matutinos, entender su importancia me impulsó a seguir. Lo mismo pasa cuando sabemos lo importante que es leer.
DOS
Propóngase leer una página a diario, y establézcase un castigo de no cumplir la meta. A medida que va pasando el tiempo, incremente el número de páginas. Repita este ejercicio continuamente durante 21 días. Si lo hace con persistencia, pasados los 21 días, ya no habrá nada ni nadie que lo aparte de su nuevo hábito.
La primera página es la más difícil de iniciar, pero al entender que leer solamente una página es realmente fácil, usted podrá engañar a su cerebro para que este resuelva leer de todos modos. Así podrá convertir, con el tiempo, una página en cien.
Seleccione un libro que sea de su interés, no comience con cualquier lectura, pues si no le gusta leer, y para colmo trata de hacerlo con algo que no llama su atención, hará la tarea de lectura más pesada para usted.
TRES
Tenga una motivación firme para sus lecturas. Cuando me preparo para mis conferencias, estoy altamente motivado a encontrar y leer toda la información que pueda sobre mi tema, así que dominar el tema que le han asignado, debería ser una razón poderosa para leer lo más que pueda. Otra motivación puede ser porque podrá obtener algunos ingresos con sus charlas, y esos ingresos solo serán cuantiosos, a medida que usted demuestre ser una persona muy versada en lo que expone. Un conferencista que conocí en el 2013, venía a nuestro país una vez por mes a ofrecer una conferencia de solamente tres horas, boleto pagado, hotel, y la módica suma de $3000 por esas tres horas de charla. ¡Y es poco, con relación a los ingresos de otros conferencistas de la talla de Bill Clinton, que por una conferencia puede recibir hasta $500,000 dólares! Bill Zanker, Presidente de The Learning Annex, cuenta en el libro “El secreto del Éxito”, la aventura que vivió para contratar a Donald Trump, para convertirlo en su conferencista principal sobre temas de hacer dinero. Trump solo escuchó su oferta hasta que Zanker ofreció un millón de dólares por una conferencia y un público de 10,000 personas en el auditorio. Zanker se arriesgó, porque sabía que el actual presidente de Estados Unidos, era un experto en el tema. Las conferencias resultaron ser exitosas y el público de 30,000 y no solo de diez mil.
Esta última referencia es lo que puede pasar con una persona que conoce muy bien su especialidad y aún así continúa leyendo para mantenerse actualizado.
CUATRO
Integre la lectura en su ambiente. Es decir, cree el espacio propicio para leer, donde no tenga distractores que lo aparten de su propósito lector, porque si tiene distractores, esto influirá en su hábito. Si es posible, tenga “su rincón favorito” para leer, el cerebro entenderá que ese es el espacio para ese ejercicio, y enseguida se dispondrá a recibir información.
CINCO
Disponga específicamente un horario de lectura. Las mañanas suelen ser propicias para leer, y las noches. La razón es simple: cuando despierta puede alimentar su cerebro con ideas novedosas que generen en usted una buena actitud, mientras que por la noche deja en la recámara de su cerebro la oportunidad de incorporar a su conciencia las últimas ideas que descubrió mientras leía. Ambos horarios son oportunos para el nuevo conocimiento. Pero ojo, que la información sea buena, motivadora, llena de esperanza, pues si lo primero que hace por la mañana es leer un periódico que destila sangre y malas noticias, es muy seguro que esto lo indispondrá. Seleccione un buen horario y la mejor lectura.
SEIS
Vivimos en un momento de híper información: el equivalente de información en internet es el equivalente de 4 millones de libros por segundo, más o menos del tamaño de Don Quijote cada uno, es decir, unas 600 0 700 páginas cada uno. Cada año se publican en Hispanoamérica unos 300,000 libros. Según algunos datos, para el 2020, el conocimiento se duplicará cada 73 días. Todo esto implica que debemos leer más rápido, si al menos queremos aprovechar un poco todo el conocimiento que tenemos a nuestra disposición. Así que no le vendría mal procurar aumentar su velocidad lectora sin afectar su comprensión.
SIETE
Aprenda a usar la información. Las personas más ricas del mundo tienen el hábito de la lectura, pero ser un buen lector no garantiza la riqueza. Hay millones de eruditos pobres en el mundo, maestros muy versados en sus materias, pero pobres. Lo que sí garantiza la riqueza, es saber cómo implementar lo aprendido. Los estudios que usted haya realizado, podrían servirle en su ministerio de expositor de la Palabra, si sabe cómo implementarlos.
Hace algún tiempo leí un poco sobre las neurociencias. Descubrí que la lingüística es una de las ciencias incluidas en ese campo, y yo, como lingüista, podía aprovechar mis estudios y aplicarlos a mi ministerio. Fue así que inicié una investigación que he llamado NEURO-PREDICACIÓN, de la cual espero, muy pronto, publicar un libro con ese título. Alguien me criticó por eso de “NEURO-PREDICACIÓN”, porque según él, ese asunto no es bíblico. La verdad es que hay millones de cosas que no son bíblicas, pero nosotros, con iniciativa, podemos encontrar la utilidad de ellas en el servicio al Señor. ¿De qué sirve leer o estudiar algo si no lo aplicamos al ejercicio ministerial?
El éxito no tiene atajos, a la cumbre no se llega en helicóptero. La lectura es el camino más seguro para llegar allá, aunque sea el más prolongado. Sea cual sea su profesión, si se apasiona por leer, podrá realizar una carrera brillante y saturada de muchas satisfacciones.
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