CÓMO PRESENTAR UN SERMÓN

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Usted puede ser un buen redactor de sermones, pero tal vez tenga dificultades para predicar esos bosquejos que escribe. Como decía alguien “no todo poeta es escritor y no todo escritor es poeta”.

La presentación del sermón ante el público está en el campo de la oratoria y no de la Homilética, pues como hemos dicho, una cosa es escribir y otra predicar el discurso escrito. Pero no se asuste, usted puede cultivar el talento de hablar bien en público, lo cual puede resultarle más sencillo si ya tiene conocimientos sólidos de Homilética. Veamos siete sugerencias que, al aplicarlas, podrá recibir buenas calificaciones de parte de sus oyentes al finalizar sus mensajes.

UNO: INICIE CON PODER

Dicen los especialistas que los primeros segundos de un discurso son determinantes para que los oyentes decidan prestar atención o distraerse mentalmente. Y claro, nosotros estamos de acuerdo, porque cada persona que asiste a las reuniones a escuchar la predicación, carga con un mundo interior del cual hay que sustraerlo. Por eso, usted necesita una introducción muy potente para que el oyente deje de pensar en lo que está pensando y comience a escuchar lo que usted está diciendo.
Que su introducción sea creativa, que promueva el interés.  Puede comenzar de cualquier forma, con tal que sea coherente con su mensaje. Use una historia, datos de interés general como un acontecimiento social del momento.  Puede citar una frase inmortal, mostrar algo que llame la atención, etc. El fin es que su introducción capte la atención y que genere el interés por lo que usted dirá.
Cuando Pablo habló en Atenas, Hch.17:22ss, lo hizo apelando a la situación religiosa de los lugareños. Cada uno de los que escuchaba estaba directamente relacionado con las palabras de Pablo, pues eran extremadamente religiosos. El discurso de Pablo causó mucha sorpresa y varios fueron convertidos después del sermón.

DOS: HABLE DE FORMA SENCILLA

SDJ_LaSencillezDelLLamadoAPredicar_01.jpgNo pretenda impresionar con términos altisonantes, pues la mayoría de personas que asisten a las reuniones de la iglesia es gente humilde.  Hay personas que han alcanzado un buen nivel académico y tienen un acervo cultural muy rico, pero estos son pocos. Incluso estos pocos agradecerán que usted utilice un lenguaje no muy elaborado.En mis años de juventud asistí a una reunión gnóstica por invitación de una chica.  Solo recuerdo que el hombre que habló lo hacía muy bien, pero lo único que recuerdo de su discurso es que no entendí absolutamente nada. Sus ideas no me resultaban familiares, los tecnicismos con los que construía esas ideas eran raros. Puedo asegurar con todas sus letras que si en mi vida he perdido el tiempo, fue en esa ocasión, esa hora que pasé sentado escuchando al profesor gnóstico de aquella reunión.
Evite ser grandilocuente, adecúese a su público, evite los términos rebuscados, porque de todos modos, la grandeza de lo profundo está en la sencillez.

TRES: HABLE CON ENTUSIASMO

La pasión, el entusiasmo al presentar un sermón es la esencia que le da vida al mensaje.  Las verdades pueden ser muy grandes, muy profundas, pero si se transmiten sin energía es difícil que convenzan a los que oyen.

Recuerdo a uno de mis mentores espirituales cuando pasaba al púlpito de nuestra congregación, subió al estrado muy rápido, con alegría, con deseos enormes de comenzar a abrir su boca con la Palabra de Dios.  Esa mañana los que estábamos en esa reunión salimos muy edificados con sus palabras.  En su mensaje, él hizo una remembranza de los logros que como congregación habíamos obtenido. Ese fue un mensaje en el cual se elogiaba y se daba reconocimiento a todos en esa asamblea. El ímpetu y la fuerza con la que predicó aquel hombre jamás los podré olvidar.

Usted debe predicar con entusiasmo.  Predique como si lo que está diciendo es el descubrimiento más grande de la historia de la humanidad. Predique con fuego en su corazón, porque solo de esa forma podrá encender los corazones de quienes lo escuchen. ¡Póngale entusiasmo al mensaje!

CUATRO: QUE LO ESCUCHEN CON LOS OJOS

En la película “Olé”, al       final, el toro Ferdinando vuelve a su hacienda y es recibido por el perro del lugar. Ferdinando le dice “hola Pacman, te extrañé, perro”.  El perro responde de inmediato y con indiferencia, dice: “Pues yo no te extrañé a ti, ni siquiera un poco”. Pero Ferdinando le dice:  “la cola no miente, hermano”, y el perro agrega: “Ay, esta cola me delata”. Y es que cuando Pacman vio a Ferdinando, enseguida su cola comenzó a moverse como muestra de alegría por la llegada del amigo ausente.

En 1967 el doctor Albert Mehrabian propuso porcentualmente, los tres tipos de canales de comunicación de los que disponemos: la palabra, 7%, el tono,  38%, y el lenguaje corporal, 55%. Aunque su investigación se basó en comunicaciones que tenían una carga emocional, bien podemos rescatar estos datos en lo general para señalar la importancia que tiene usar nuestro cuerpo también para comunicar la palabra. Ferdinando se dio cuenta que el perro mentía al ver el movimiento de alegría en la cola de Pacman.

Nuestras manos, brazos, rostro, todo, pero todo debe estar inflamado del mensaje que compartimos, en cierta forma, nuestro cuerpo debe interpretar el mensaje que presentamos. Y le aseguro que cuando el mensaje es potente, a sus gestos no les faltará la emoción de participar en la comunicación del mismo. ¡Predique con los gestos, que lo escuchen con los ojos!

CINCO: USE QUIEBRES

Este aspecto corresponde a la comunicación psicológica del mensaje, hablo bastante del tema en mi libro “NeuroPredicación”. La atención del oyente es algo muy difícil de mantener, por lo tanto, hemos de usar estrategias para mantenerla.

Por alguna razón no conocida todavía, el oyente es capaz de escuchar con atención cerca de diez minutos, después de los cuales, se distrae mentalmente con facilidad.  El orador necesita saber esto para ayudar al oyente a mantenerse en el mensaje. ¿Cómo? Si el oyente mantiene la atención por cerca de diez minutos, el orador debe hacer quiebres, es decir, hacer pautas cada diez minutos en su mensaje para ayudar a la audiencia a mantener la atención.  Por ejemplo, use una anécdota como quiebre, una historia, recite un poema, presente algún video, algo que avive nuevamente la atención. Por supuesto, el quiebre debe estar en sintonía con su mensaje. Usted debe volver a ganarse la atención de su público, y los quiebres son apropiados para lograrlo.

Ni siquiera el mejor orador escapa de que su público pierda la atención, pero ellos han logrado escalar a un nivel de oratoria importante, que implementan esta estrategia y pueden tener la atención del público de principio a fin.  Esto es todo un arte.

SEIS: APLIQUE

Cuando presentamos un discurso, lo hacemos con la intención que las personas reaccionen al mismo y practiquen lo enseñado.  No tiene sentido hablar en público sin esperar nada de ellos. Pero lamentablemente, muchas predicaciones carecen de ese elemento esencial: la aplicación.
La aplicación es esa parte del mensaje donde usted hace un llamado contundente a vivir la verdad expuesta en el sermón. Esto me recuerda las palabras del Señor, que aunque no se refieren a nuestro tema específicamente, nos da una luz sobre la urgencia de invitar a la personas a ser parte de esta gran vida espiritual: “Entonces el señor le respondió: “Ve por los caminos y las veredas, y oblígalos a entrar para que se llene mi casa.” Lc.14:23, NVI. ¡Invítelos a practicar! ¡Urja a las personas a cambiar sus hábitos y prácticas de vida, aplicando la palabra de Dios a sus vidas! Además, si usted considera que su mensaje es lo suficientemente importante, seguro no vacilará en llamar a las personas a practicarlo.

SIETE: SEA BREVE

libro-y-reloj.jpgSabemos que la atención es algo muy difícil de mantener en los oyentes.  Los quiebres son buenos aliados para mantenerla. Y si a esto juntamos la brevedad, tendremos al dúo dinámico de nuestra parte para predicar con poder.

Cuando hablamos de brevedad nos referimos a ese aspecto, no solo de tiempo, sino también de contenido, en el que somos mesurados con la información. Entregamos la información necesaria sin abundar en tantos detalles.  Somos puntuales para enseñar.  Presentamos el punto uno, el dos, el tres, sin hacer más énfasis en uno que en otro, los argumentamos, presentamos nuestras ilustraciones, hacemos nuestra aplicación y concluimos. Es decir, no inflamos más el globo de lo que ya lo hicimos al prepararlo. Si en medio del mensaje recordó algo pertinente, asegúrese que esto no lo desvíe de su argumentación. Pero si no es muy necesario, mejor no lo diga, ya tendrá el tiempo suficiente para mejorar ese sermón.

La brevedad en la exposición tiene la gran ventaja que usted le estará dando al público la oportunidad de ingerir y digerir fácilmente la información presentada, porque la información es poca. Imagínese que usted entra con mucha hambre a uno de esos restaurantes de “Coma todo lo que pueda por el mismo precio”. Usted empieza a comer con emoción, pero poco a poco la llenura va acabando con esa emoción. Llegará un momento en que ya no querrá ver la comida. Pero imagínese también que después de haber comido allí, alguien lo invita forzadamente a seguir comiendo, usted se niega, pero lo obligan. Estará de acuerdo conmigo que le será imposible seguir ingiriendo más comida. Pues eso mismo pasa cuando nos extendemos largamente en nuestros mensajes. Sino, vea el caso de Eutico, que no pudo seguir escuchando la disertación del apóstol Pablo, Hch.20:9. ¡Sea breve, el público se lo agradecerá!

POR ÚLTIMO…
Si usted está iniciando en la predicación, implementar estos consejos le ayudaran muchísimo. O quizás tenga muchos años en el ministerio de la Palabra, en ese caso tengo que decirle que eso demanda de usted una constante preparación y pulimiento de su estilo de predicación. Cualquiera sea su caso, lo animo a investigar más sobre cómo presentar con poder un discurso, sermón o ponencia, solo así se mantendrá creciendo en el ministerio de la Palabra.



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