Puedo contar con los dedos de la mano los libros que han impactado mi vida de forma directa. Para que un libro haga esto, ha de tener algunas características específicas: ha de atrapar mi atención de inmediato por sus ideas profundas y renovadoras. Segundo, sus lineas me persuaden de verdades impactantes que yo estaba ignorando. Y un tercer elemento que me hace disfrutar la lectura es la convinación de una propuesta y la ilustración de esta, es decir, el autor propne una idea y enseguida la ilustra con una historia real.
Así es el libro “Rendición”, de la autora norteamericana Nancy Leigh DeMoss, cuya redacción es sencilla, pero muy impactante. Estoy convencido que el Señor me llevó a ese libro porque quería que conociera y practicara su contenido. Una mañana, al pasar por un bazar de libros usados, me acerqué y vi un título que me agradó: “Rendición, el corazón en paz con Dios”. De inmediato lo adquirí e inicié su lectura. Confieso que no puedo describir con palabras lo que ese libro y sus ideas hicieron en mi corazón.
Nancy inicia con la impactante historia de Hiroo Onoda, el solitario soldado japonés de la segunda guerra mundial, quien no estaba dispuesto a rendirse, a pesar que la guerra había terminado veintinueve años atrás. Onoda es la ilustración más impactante de un ser humano que tiene todas las de perder, pero que aun así, no abandona su lucha personal. Nancy apunta: “…la historia de Onoda no es un caso único, es nuestra historia también. Todos comenzamos la vida como miembros de una raza rebelde, peleando nuestra propia guerra personal contra el soberano Rey del universo.” Sí, somos rebeldes por naturaleza, nos oponemos a la voluntad de Dios, siempre queremos interponer nuestra propia forma de ver las cosas y difícilmente cedemos. ¡Esta es la razón del por qué muchos fracasos para las personas que profesan creer en Cristo! Sencillamente, llaman a Jesús “Señor, Señor”, pero no le obedecen.
La autora explica que nuestra rendición inicial a Cristo no era todo, sino el inicio de una vida de constante rendición, una rendición diaria y de cada aspecto de nuestra vida: “¿Quieres decir que mi dinero le pertenece a Dios? ¿Mis hijos? ¿Mi cuerpo? ¿Mi tiempo? Sí, una vez que nos hemos entregado al Señor, no podemos atribuirnos el derecho de manejar algunas áreas de neustra vida, si él es nuestro Señor, tiene el derecho a conducir y decidir todas las áreas de nuestra existencia.
Avancé poco a poco en la lectura de Rendición mientras viajé a Panamá hace algunos años. Fui convocado a llevar unas conferencias en una jornada de evangelización, pero algo pasó: en la habitación mientras leía, lloré constantemente, al darme cuenta, por las ideas de Nancy, que mi vida aún necesitaba ser evangelizada con un mensaje de rendición total, y que muchos fracasos experimentados se debían a mi lucha personal contra Dios, queriendo siempre hacer mi voluntad, y no la de mi Rey.
El capítulo seis de Rendición fue el que me llamó a la realidad: un cuestionario de 76 preguntas que la autora nos llama a contestar sinceramente y bajo oración. Así lo hice. Preguntas sobre mi vida, mi tiempo, mi cuerpo, mi lengua, mi mente, mi voluntad, mis afectos, mis relaciones y mi ser fueron contestadas una a una con toda sinceridad. ¿El resultado? ¡Aplazado! Solo aprobé 72% de las preguntas, mientras un 28% fueron negativas. ¿Acaso puede alguien estar rendido totalmente al Señor si aun mantiene un 28% de su vida sin rendirla a él? ¿Su rendición sería total si le faltara incluso un 1%? Por supuesto que no.
Una triste realidad que destaca la autora es que “el precio de no rendirse ante Dios es más alto que el de rendirse”. Es verdad. ¿Se imagina usted el alto costo que tendremos que pagar por las consecuencias de un mal hábito que no queremos dejar? Por ejemplo, el comer impulsivamente traerá, sin lugar a dudas, problemas de salud en algún momento, en cambio, aprender a alimentarnos, aunque nos cueste al inicio, incluso, trae grandes beneficios a nuestro cuerpo.
Si tuviera que elegir, después de la Biblia, “Rendición, el corazón en paz con Dios”, es el libro que más ha trastocado mi vida para siempre. Estoy seguro que lo haría con usted también.
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