Como seres humanos, somos libres de tomar las decisiones que queramos, sin embargo, también somos responsables de las consecuencias que estas nos puedan traer en el futuro. Si son buenas, excelente, pero si son malas, no podremos echar la culpa a nadie.
Noemí fue una mujer judía emigrante, cuyas decisiones la llevaron al desastre y a recorrer un camino muy largo, plagado de sufrimiento, pero al final, logró aprender la lección y consiguió ser feliz.
“En los días en que los jueces gobernaban Israel, un hambre severa azotó la tierra. Por eso, un hombre de Belén de Judá dejó su casa y se fue a vivir a la tierra de Moab, junto con su esposa y sus dos hijos. El hombre se llamaba Elimelec, y el nombre de su esposa era Noemí. Sus dos hijos se llamaban Mahlón y Quelión. Eran efrateos de Belén, en la tierra de Judá. Así que cuando llegaron a Moab se establecieron allí. Tiempo después murió Elimelec, y Noemí quedó sola con sus dos hijos. Ellos se casaron con mujeres moabitas. Uno se casó con una mujer llamada Orfa y el otro con una mujer llamada Rut. Pero unos diez años después murieron tanto Mahlón como Quelión. Entonces, Noemí quedó sola, sin sus dos hijos y sin su esposo.” Rut 1:1-5.
La historia inicia con la decisión de Elimelec de emigrar, pero termina centrando su atención en Noemí y la tragedia que le tocó vivir.
¿Qué hizo esta familia para sufrir semejante tragedia? Tomaron malas decisiones, sobre todo, porque estas estaban en contra de la voluntad de Dios:
1. Por el problema del hambre, deciden irse a Moab, pero Dios había prohibido a los israelitas toda relación con los moabitas. En cierta forma, Elimelec y Noemí dejaron de confiar en Dios como su proveedor. Entre pasar hambre y desobedecer, prefirieron desobedecer.
2. Los hijos de este matrimonio se casaron con mujeres moabitas, lo cual estaba estrictamente prohibido en la palabra de Dios: “Los amonitas y los moabitas no serán nunca admitidos en la congregación del Señor, ni aun después de la décima generación;” Deuteronomio 23:3,4.
¿Qué papel jugó esta mujer en esas decisiones? Parece que ninguno, y tampoco intentó revertir lo que su esposo e hijos hicieron. Simplemente lo consintió, y al final de estos versículos, la Biblia nos la presenta como la que sufrió todo el peso de las consecuencias de esas decisiones: “Entonces, Noemí quedó sola, sin sus dos hijos y sin su esposo.” O posiblemente fue la que insistió en que se tomara tales decisiones, al preocuparse por la escasez y procurar que sus hijos estabilizaran su vida.
Al enviudar, lo cual era una tragedia, al menos tenía a sus dos hijos para que velaran por ella, pero los dos muchachos también murieron. ¿Se imagina lo que habrá pasado por la cabeza de aquella anciana? Seguramente pensó que toda aquella tragedia era “el castigo de Dios” por desobedecerlo en su palabra. Así que decide volver a su pueblo, lo cual representaba una gran humillación para ella, pues se había marchado con las manos llenas, y ahora regresaba en la miseria, Rut 1:21.
Lamentablemente, Noemí comete el severo error de echarle la culpa al Señor de la tragedia que está viviendo: —No me llamen Noemí —contestó ella—. Más bien llámenme Mara, porque el Todopoderoso me ha hecho la vida muy amarga… ¿Por qué llamarme Noemí cuando el Señor me ha hecho sufrir y el Todopoderoso ha enviado semejante tragedia sobre mí? Rut.1:20,21. A estas alturas, Noemí no es capaz de asumir su responsabilidad, no se ve como la responsable de sus tragedias, es más fácil decir que Dios lo es.
Lo mismo hemos hecho nosotros en muchas ocasiones: tomamos decisiones, nos salen mal las cosas, después decimos que Dios es culpable de las tragedias que nos pasan. Tenemos que echarle la culpa a alguien, y Dios parece ser el más indicado. Lo peor es que cuando decidimos la dirección de nuestra vida, ni siquiera le consultamos.
Con el pasar del tiempo y los acontecimientos que iban surgiendo en su vida, Noemí termina entendiendo que Dios es su benefactor, pero para comprenderlo, tuvo que sufrir muchísimo por haber tomado malas decisiones.
Ningún cristiano debe ignorar a Dios en la toma de decisiones, pues como sus hijos, ya no podemos vivir una vida independiente de él. Él debe ser tomado en cuenta siempre, sea grande o pequeña la decisión que tomemos. La Biblia asegura que si lo hacemos así, tendremos éxito en todo: Proverbios 16:3: "Pon en manos del Señor todo lo que haces, para que tus planes se hagan realidad."
Piense en alguna cosa que podamos hacer sin necesidad de consultar con el Señor, si la hay.
¿Qué debemos hacer?:
- Cuando tome una decisión, pequeña o grande, tome en cuenta al Señor.
- Asegúrese que sus decisiones están basadas en la palabra de Dios.
- Si algo le sale mal, examine la situación y haga algo bueno: aprenda de esa experiencia, para no equivocarse en el futuro.
- Pídale al Señor que siempre lo guíe a hacer su voluntad.
Somos el resultado de nuestras decisiones del pasado. Nadie es culpable de lo que nos pasa más que nosotros, sobre todo si no hemos tomado en cuenta al Señor cuando hemos dado algunos pasos.
Pero nunca es tarde para aprender. Vea el caso de Noemí y procure no cometer sus errores. Especialmente, ponga en práctica, de hoy en adelante, los cuatro pasos sugeridos para triunfar en cada decisión que tome.
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