Lic. Bruno Valle G.
El perdón está precedido del amor, y seguido del olvido. La cruz de Cristo es la más alta evidencia de esto.
El sentimiento que precede al perdón
Perdonar es muy difícil. Algunas veces pasamos años resentidos con personas, familiares y amigos que nos partieron el corazón. Muchas personas mueren sin haber disculpado las ofensas recibidas. Quien logra perdonar verdaderamente se quita un gran peso de encima y alcanza una vida más tranquila.
Si a usted le cuesta perdonar, le invito a que vuelva su mirada a la cruz de Jesucristo. Ese sacrificio es el acto más sublime del perdón. San Pablo escribió: “Pero Dios prueba que nos ama, en que, cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros.” Ro.5:8, DHH. Solo Dios puede perdonar por amor, aunque sabe que somos culpables, pues el amor borra multitud de pecados.
El Dr. Billy Graham, famoso evangelista norteamericano de la década de los sesenta y setenta, acostumbraba decir: “La cruz de Cristo es la medida del amor y del odio. Del amor porque Dios mostró en ella el más gran de los sentimientos de misericordia hacia la humanidad, y de odio, porque fue por un odio visceral que los hombres lo mataron, con saña, con desprecio. Cuando vemos la cruz del Señor, podemos ver en ella el más grande amor de Dios, y el odio más exaltado de los hombres.”
Si usted no ha perdona es porque le falta amor, ese sentimiento que desde nuestro interior clama por paz y armonía en las relaciones. Posiblemente se ha llenado más de amargura y rencor, y siente imposible doblegar su orgullo para ceder ante la ofensa. Usted necesita más la presencia de Dios en su vida, para que ella lo llene del sentimiento que necesita para perdonar. Donde hay carencia del Señor es imposible generar buenos sentimientos como el amor, y en consecuencia, también es imposible perdonar.
El centro del perdón
En Hebreos 9:26, el Espíritu Santo anotó: “…pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado.” RV60. La frase “en la consumación de los siglos” se refiere al momento en que todas las cosas llegan a su punto culminante, y en este texto se refiere al momento de la crucifixión del Señor. Sencillamente, la cruz de Cristo es el momento más importante de todos los siglos, el cenit de la existencia, porque fue en ese momento y por ese acto, que Dios ofreció el perdón a la humanidad.
El pecado, que es el obstáculo entre Dios y el hombre, “fue quitado de en medio”, es decir, ya no sería un impedimento para que el ser humano mantenga una relación directa y constante con su Creador. Por medio de la cruz, el perdón total ha sido confirmado para todos aquellos que creamos en Jesús y busquemos su perdón.
Al perdón le sigue el olvido
“El volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados.” Mi.7:19. RV60.
Este pasaje nos ofrece una panorámica muy completa del perdón que Dios otorga al hombre a través de Cristo. En él “perdón” es sinónimo de “olvido”. Dos frases son relevantes para nuestro examen del perdón:
“Sepultará nuestras iniquidades...” En marzo del año 2007, mi querida abuela murió, a una buena edad. Una tumba familiar contiene sus restos. Han pasado muchos años desde que ella se fue, pero aunque aún la amo profundamente, mi amor por ella jamás me ha hecho pensar que ella puede salir de su tumba para continuar su vida a nuestro lado. La comprensión humana acepta que la muerte es el punto final de la existencia en esta tierra. Sencillamente hemos aceptado que nunca más la volveremos a ver en este mundo. Así es cuando Dios entierra los pecados, una vez perdonados, los restos de estos descansan en la tumba fría del olvido del Señor. Debemos aceptar que el Señor ya no toma en cuenta esos desatinos. Nuestros pecados han sido enterrados en el eterno olvido del Señor, y es literalmente imposible que ellos puedan perjudicarnos espiritualmente. Los pecados perdonados ya no serán utilizados como argumentos en nuestra contra. Han muerto para Dios.
“y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados…” Desde la segunda mitad del siglo XIX se conoce que en los océanos hay profundos abismos, los cuales llegan a medir varios kilómetros de profundidad. La fosa de las Marianas es el punto más hondo del globo terráqueo, con una profundidad de 11,034 metros. Solamente un ser humano, recientemente, el 25 de marzo de 2012, logró descender hasta esa profundidad, el cineasta James Cameron. Siguiendo la metáfora bíblica, podría añadir que lo que Cameron encontró en semejante abismo, fue un cementerio donde están sepultados todos los pecados de aquellos que hemos creído en Cristo y nos hemos entregado a él.
Usted necesita el perdón de Dios
Cuando tenía once años, una señora nos instruía sobre la Biblia. Ella dijo una frase que aún recuerdo con claridad: “Cristo murió por nuestra culpa”. En ese momento pensé: ¿Por qué soy culpable de la muerte de Cristo, si ni siquiera había nacido? Hasta que me convertí en adulto comprendí lo que ahora le quiero explicar.
Todos hemos pecado, y por lo tanto somos culpables ante Dios, Ro.3:23. También el apóstol Pablo dice que la paga del pecado es muerte, Ro.6:23. Quien ha pecado, merece morir, la muerte es su paga. Pero Jesús apareció en el escenario de la existencia humana para liberar a todo aquel que quiera escapar de la muerte y para pagar el precio de nuestras faltas. Es así como todo aquel que cree en él, es liberado de la muerte. Cristo tomó nuestro lugar, y es por medio de la fe y aceptación de ese sacrificio que podemos gozar de los beneficios de su entrega en la cruz.
Le invito a sentirse libre de sus culpas, por muy grandes que usted crea que son. El acto sublime de Jesús en la Cruz, es el costo de la paz entre usted y Dios. Ya no tiene que sentirse culpable por ningún pecado que Dios le puede perdonar. El resultado será un gozo inexplicable que llenará su vida entera.
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