La famosa parábola del “Hijo Pródigo” tiene dos personajes principales en los cuales se centra el relato. Pero hay un tercero, el hijo mayor y hermano más grande del pródigo de la historia. La actitud de este muchacho también enseña una de las lecciones más valiosas del cristianismo: el deber de perdonar aunque no haya razones para hacerlo.
¿Por qué no perdonamos?
Le pregunto: ¿qué hace sus pecados perdonables y los de otras personas no? ¿Por qué usted ha pedido perdón miles de veces pero no cree en el arrepentimiento de los demás? La razón es muy sencilla: lo que pasa es que personalizamos las ofensas de otros, nos sentimos heridos por ese otro, cuando la cosa es con nosotros, entonces vemos las faltas de las personas como muy graves. El hijo mayor de la historia que contó Jesús se sintió muy ofendido, tanto por su hermano como por su padre. Su enojo no le permitió entender el amor de su padre y el perdón que ese amor le otorgaba al hermano que regresaba arrepentido a casa. Cuando otros nos han ofendido a nosotros, creemos que no tienen perdón de Dios.
El engaño de la autojustificación
“Todos estos años, he trabajado para ti como un burro y nunca me negué a hacer nada de lo que me pediste. Y, en todo ese tiempo, no me diste ni un cabrito para festejar con mis amigos.” Lucas 15:29. La autojustificación es un engaño que el ser humano se hace a sí mismo. Se considera mejor que los demás por sus obras, y cree que por ellas debería recibir beneficios por parte de Dios, pues juzga a otros por lo que hacen y a sí mismo por lo que siente o piensa.
Pero, ¿tenía o no la razón el hijo mayor? Humanamente estaba claro que este hombre estaba en lo correcto. Nadie podía dudar que el muchacho vagabundo que regresaba tuvo una conducta reprochable. Este mismo aspecto se puede aplicar a cualquiera de nosotros que aún no haya perdonado por completo. Nos hemos llenado de razones justificadaspara no perdonar a quien nos hizo daño, y aún así, nos sentimos bien con Dios, vamos a la congregación y cantamos al Señor, participamos de todos los actos de culto. Y cuando pensamos en la persona que nos ofendió, creemos que tarde o temprano “Dios la castigará por lo que nos hizo”.
Pero todos debemos entender algo: el perdón de Dios no se mide por la razón, ni siquiera por la justicia, se aplica “por misericordia”, la cual no toma en cuenta la ofensa ni el tamaño de la falta cometida. La misericordia no hace una larga lista de faltas a ser perdonadas. Sencillamente es aplicada, nada más.
No nos equivoquemos pensándonos mejores que los demás, porque Dios no basa su perdón en razones, sino en su misericordia.
Los alcances del perdón
San Pablo escribió uno de los versículos más profundos sobre el perdón divino: “La ley apareció para hacer más evidente el pecado del hombre. Sin embargo, mientras más pecado tenía la gente, el perdón de Dios, que es por amor, superó los pecados de los hombres. Si la culpa fue grande, el perdón fue millones de veces más grande. Mientras el pecado reinaba en el mundo, también reinaba la consecuencia de este: la muerte. En cambio, ahora, reina la maravillosa gracia de Dios traída por Jesucristo, la cual, en vez de la muerte merecida, nos regala vida eterna.” Romanos 5:20,21.
Esta declaración de san Pablo es como la “Promulgación de Amnistía” de parte de Dios hacia el hombre. La amnistía es un acto jurídico por medio del cual se anula la responsabilidad penal del individuo, y tiene poder retroactivo, anulando también cualquier antecedente de penalidad, pero lo grandioso de la amnistía, es que actúa con el mismo efecto para todos los que han cometido la misma falta, y no solo con un individuo. Incluso, esta palabra proviene de la misma raíz de “amnesia”, lo cual es una hermosa metáfora que ilustra el perdón de Dios como el “olvido permanente” de la falta cometida. En otras palabras, Dios no toma en cuenta a los hombres sus pecados, una vez que estos se han arrepentido. ¡Dios ha amnistiado a aquel a quien usted aún no perdona!
La GRACIA es un regalo que no se merece. El ser humano no ha hecho nada para recibir el perdón de Dios, sino todo lo contrario, ha hecho todo, absolutamente todo para ser condenado. Sin embargo, Dios ha decidido darle el regalo del perdón, sin tomar en cuenta sus pecados, 2Corintios 5:19.
Perjuicios para quien no perdona
Este hermano mayor sentía dolor causado por el muchacho irresponsable que se fue de la casa. También nosotros podemos estar manteniendo alguna molestia con alguien. Posiblemente tenemos años de no hablar con esa persona, o cuando la recordamos un sentimiento de enojo brota de nuestro ser. Nos sentimos heridos y creemos que es correcto sentirnos así. La falta de perdón produce un sentimiento de amargura.
El hijo mayor representa a los fariseos, quienes consideraban al pecador indigno del perdón de Dios. Para ellos, la observación de reglas y normas religiosas era requisito indispensable para el perdón. Con esta parábola, Jesús argumenta que más allá de cualquier razonamiento, la misericordia triunfa sobre el juicio y otorga el perdón.
Si no hemos perdonado, nos volvemos iguales a los fariseos, y diferentes a Dios. Eso nos impide gozarnos en el amor de Dios.
Piense por un momento…
¿Cuántas veces ha pedido perdón al Señor, quizás por lo mismo, y por qué es incapaz de perdonar a otros? Procure imitar a Dios en su característica más grande: el perdón. Recuerde a esa persona que le hirió y decida perdonar sin condiciones. Le aseguro que se quitará un gran peso de encima.
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