Lic. Bruno Valle G.
Una de las últimas escenas del evangelio de Juan, presenta a Jesús diciendo a Pedro SÍGUEME. Después de un desayuno reconciliador en el cual el Señor restituye la confianza a Pedro, los dos dejan la orilla del lago para disfrutar de una relación más personal. El discípulo con su maestro, procurando estar muy cerca de su Señor. Este episodio nos ilustra una de las prácticas más importantes que cada creyente ha de cultivar: una relación íntima con Jesús, de amistad, de admiración por el Señor.
Al igual que Pedro, muchos han comenzado a seguir a Jesús. Pero se debe tener cuidado de no perderse en el camino. Cuando Jesús tenía solamente 12 años, sus padres, José y María, lo llevaron al templo para participar de la fiesta de la pascua, Lc.2:42-46:
“Cuando Jesús tenía doce años, asistieron al festival como siempre. Una vez terminada la celebración, emprendieron el regreso a Nazaret, pero Jesús se quedó en Jerusalén. Al principio sus padres no se dieron cuenta, porque creyeron que estaba entre los otros viajeros; pero cuando se hizo de noche y no aparecía, comenzaron a buscarlo entre sus parientes y amigos. Como no pudieron encontrarlo, regresaron a Jerusalén para buscarlo allí. Tres días después, por fin lo encontraron en el templo…” NTV.
Al igual que José y maría, muchas personas creen que van con Jesús, creen que el Señor va de la mano con ellos. Pero sin darse cuenta, Jesús se ha quedado atrás. Ellos piensan que el Señor los acompaña, pero Jesús sigue en Jerusalén. Nosotros podemos dejar a Jesús, y seguir caminando y pensar que está a nuestro lado. Y es que cuando no alimentamos nuestra relación con el Señor, es difícil que permanezca con nosotros. Hemos llegado a pensar que porque vamos a una iglesia estamos bien con Dios. Creemos que por tener muchos años en el cristianismo nos hemos ganado el cielo. Pero sencillamente esto es engañarse. La Biblia dice que muchos en aquel día dirán “Señor, hemos hecho todo lo que esperabas, merecemos estar contigo”. Sin embargo, Jesús les dirá. ¡Fuera de aquí, ustedes, los malditos, al lago eterno preparado para el diablo y sus demonios!” Mt.25:41. Muchas personas se engañan pensando que están con Jesús, pero en el día final él los aborrecerá, porque realmente JAMÁS LO CONOCIERON.
Si saludamos a una persona, conocemos su nombre, sabemos donde vive, solamente conocemos cosas generales sobre ella, pero realmente, no conocemos a esa persona. Para conocer a alguien de verdad, necesitamos pasar tiempo a su lado. Solo así podremos darnos cuenta de sus gustos, sus ideas, sus reacciones. Podremos llegar a conocerle íntimamente. Usted no puede esperar tener una relación con Jesús profunda si solamente va a la iglesia una vez a la semana, si ignora la lectura de la Biblia y la oración, sino busca a solas al Señor por las mañanas o por las noches.
Amigos, Jesús busca una relación íntima con nosotros:
¡Mira! YO estoy a la puerta y llamo. Si oyes mi voz y abres la puerta, yo entraré y cenaremos juntos como amigos.” Ap.3:20. NTV.
El Señor está interesado en nuestra amistad, en nuestra vida. Él quiere comer a nuestro lado, en nuestra casa, en nuestro corazón. “YO estoy a la puerta y llamo”, dice él. Aún después de su crucifixión, Cristo continúa llamándonos, buscándonos, esperando que le abramos nuestro corazón para ser uno con nosotros. ÉL CONTINÚA DICIÉNDONOS “SÍGUEME”.
Lamentablemente, los afanes de este mundo nos han robado la intimidad con él, e impiden que profundicemos esa amistad. Cada mañana se nos hace tarde para ir al trabajo y no nos queda tiempo para orar. Tomamos el desayuno de prisa, y también salimos apresurados. En esos momentos no hubo tiempo para Jesús. Llegamos al trabajo y la ocupación del día hizo prácticamente imposible que le dijéramos siquiera un hola al Señor. Cuando terminamos nuestra jornada, regresamos a nuestra casa tan cansados, que solo nos da tiempo para ver un poco de televisión y cenar, hablar unos minutos con la familia, y luego ir a la cama. Y nos vamos pensando que debimos estar con el Señor por lo menos unos momentos y que no tuvimos tiempo. Pero que mañana sí, que mañana dedicaremos unos minutos a orar.
El día siguiente se repite la misma historia, y el Señor queda esperándonos nuevamente. Es como si Jesús fuera el amigo olvidado, aquel a quien recurrimos solo en las verdaderas emergencias. Amigo, esta no es una relación real con el Señor. Él quiere más. Él nos quiere a nosotros, desea nuestro tiempo y nuestros pensamientos. Si no convivimos con el Señor, es imposible que lleguemos a conocerlo realmente.
¿CÓMO LOGRAMOS CULTIVAR NUESTRA AMISTAD CON JESÚS?
- El Señor dijo: “Ustedes estudian las Escrituras a fondo porque piensan que ellas les dan vida eterna. ¡Pero las Escrituras me señalan a mí!” Jn.5:39. La forma directa de conocer al Señor es a través de su palabra. Martín Lutero consideró, según su forma de interpretar la Biblia, que se podía encontrar a Jesús en cada página de las Escrituras. A Jesús se le puede encontrar en las profecías del Antiguo Testamento, en los Salmos, en la literatura poética y romántica del cantar de los cantares, simbólicamente en la vida de muchos personajes de la historia divina. En fin, Jesús está allí, en la Palabra, esperando ser descubierto y conocido por ti. Si nos acercamos cada día a las Escrituras, profundizaremos nuestra relación con Cristo.
- Por medio de nuestras oraciones. Cuando oramos, establecemos un diálogo directo con Dios, y es de esa forma que logramos hacer crecer nuestra amistad con él. La oración es un diálogo entre las criaturas y su Creador, Jesús es nuestro Creador, quien quiere escucharnos, saber cómo nos sentimos y lo que queremos. Sus oídos están pendientes de nuestras súplicas.
La oración es la intimidad con Jesús. Hace algún tiempo, mi hija mayor me pidió dinero para algo que deseaba. En ese momento yo no podía darle lo que quería, pero le dije: en tu habitación está todo lo que quieres. Enseguida ella se retiró, entendiendo que le decía: Ora por todo que quieres. En una ocasión Jesús enseñó lo siguiente:
“Pero tú, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre en secreto. Y tu Padre, que ve lo que haces en secreto, te dará tu premio.”
Ahí tenemos la invitación de buscar al Señor en la intimidad, en secreto, en amistad. Jesús está en nuestra habitación y nos espera. Todo lo que queremos está en lo secreto de nuestra habitación, porque allí está el mejor de todos los amigos.
- Por medio de nuestras buenas obras. El Señor no vino a dejarnos una religión, llena de doctrinas y creencias. Vino a dejarnos una vida práctica, que abundará en hacer el bien. En el pasaje que mencionamos anteriormente en Mateo 25, Jesús dirá al grupo de fieles que socorrieron al necesitado:
“y dirá el Rey a los que estén a su derecha: 'Vengan ustedes, los que han sido bendecidos por mi Padre; reciban el reino que está preparado para ustedes desde que Dios hizo el mundo. Pues tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; anduve como forastero, y me dieron alojamiento. Estuve sin ropa, y ustedes me la dieron; estuve enfermo, y me visitaron; estuve en la cárcel, y vinieron a verme. Entonces los justos preguntarán: 'Señor, ¿cuándo te vimos con hambre, y te dimos de comer? ¿O cuándo te vimos con sed, y te dimos de beber? ¿O cuándo te vimos como forastero, y te dimos alojamiento, o sin ropa, y te la dimos? ¿O cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte? El Rey les contestará: 'Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de estos hermanos míos más humildes, por mí mismo lo hicieron.”
Jesús está en cada necesidad, y cuando nos tomamos tiempo para suplir las necesidades, en realidad, nos estamos entregando a Jesús.
La cabaña
Señor y Dueño mío…cuando las sombras bajan
Y se recuesta a agonizar la tarde
en la vertiente azul de la montaña
Y el aire está cuajado de silencio
y se me va quedando sola el alma…
¡ven a mí! Te convido
a que en mi pobre corazón hagas morada.
Entra, Señor, mas ruégote no mires
como es de oscura y fría mi cabaña;
En mi fogón ya solo quedan las cenizas,
y ni siquiera aceite hay en mi lámpara…
Mas, Tú, que eres mi luz y eres mi fuego,
¡en lámpara y fogón harás arder tu llama!
Entra, Señor, y aquí junto a la puerta
deja que te descalce las sandalias
Y que los pies llagados por mi culpa
te lave con mis lágrimas,
Y que en unción de besos trueque
los óleos y perfumes que me faltan…
Puesta la mesa está, pero vacía…
Ya lo ves mi Señor, no tengo nada…
Solo pudiera compartir contigo
mi sed y mi hambre y mi pobreza máxima;
Pero sé que en tu alforja me traes
el pan y el vino y la sal y el agua.
De lo tuyo me das pues todo es tuyo;
de lo tuyo te doy pues mío es nada.
Tú eres mi huésped, mi anfitrión, mi cena,
Tú mismo te me entregas como dádiva.
Tú mismo…Pan de Vida, Vino Eterno,
¡Cuerpo y Sangre que me alimentan y me salvan!
Y tras el santo y redentor convivió,
¡quédate mi Señor! ¡no te me vayas!
Me sentaré a tus pies humildemente,
yo, que soy nada,
para seguir viviendo con tu vida
Y siendo con tu Ser y con tu Gracia…
Colma de tu presencia, Dueño mío,
esta del corazón pobre cabaña,
Ya para siempre tuya, ¡pues la tienes
con tu dolor y con tu amor ganada!
Estando Tú conmigo ya no importa
que afuera arrecie el frío,
O que en la opaca marea de las sombras
naufrague la montaña;
Cuando por fin la noche en torno impere,
¡Tú para siempre alumbrarás mi alma!
Gonzalo Báez Camargo, poeta mexicano
Queridos amigos, hemos de cultivar nuestra amistad con Jesús. Él nos anhela, nos espera, y por supuesto, no hay nada mejor que un amigo como Jesús, porque a pesar de que él te conoce, sabe todos tus secretos, conoce tus pecados y debilidades, sigue siendo tu amigo, porque quiere ayudarte.
Pasa tiempo con él, de esa forma lo conocerás y tendrás una vida plena.
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