Lic. Bruno Valle G.
Dos personajes del Nuevo Testamento comparten características similares que nos dan una gran lección: Nicodemo y el apóstol Pablo. ¿Qué aprendemos de ellos? Veamos.
Ambos eran fariseos, Jn.3:1, FiI.3:S, lo cual quiere decir que pertenecían al grupo religioso más extremo de su tiempo. En cuanto a religión, era difícil superarlos. Seguían los rituales de su secta a cabalidad, y procuraban cumplir la ley y que otros la cumplieran. Para ambos la salvación se producía por el cumplimiento de la ley. Cuando los discípulos vinieron y predicaron que la salvación no se alcanzaba por la ley si no por la obediencia y entrega a Jesús, esto ofendió profundamente a Pablo, el cual se convirtió en el enemigo número uno de Cristo y de los cristianos. Él no soportaba que se pusiera la ley en segundo orden, o que se le sacara del escenario. Por su parte, Nicodemo había realizado una brillante carrera como estudioso de la Torá, y se consagró como maestro de Israel, Jn.3:10.
Pero aunque los dos hombres estaban religiosamente correctos, espiritualmente estaban reprobados. ¿Por qué? Porque su sistema religioso solo los había tocado en la superficie, pero no en lo profundo del corazón. Conocían mucho, pero lo que sabían no los había convertido en personas aceptables ante Dios. Lo mismo podemos decir de una persona que asiste fielmente a la iglesia: el hecho de ser miembro de un grupo religioso no le garantiza la entrada al cielo, es necesario que experimente un cambio real, contundente y continuo en su vida, el cual inicia cuando tenemos un encuentro personal con Jesús.
Fue hasta que Nicodemo se entrevistó personalmente con Jesús, que pudo entender que toda su vida religiosa no había sido más que una gran pérdida de tiempo. Fue hasta que Pablo se encontró Con Jesús en el camino a Damasco que entendió que de nada servía su celo religioso. Al primero Jesús le dijo "Tienes que volver a nacer”, es decir, convertirse en una nueva persona, empezar de nuevo, esta vez con la guía del Espíritu Santo. Al segundo, el Señor le dio instrucciones directas de qué debía hacer para ponerse en paz con Dios, Hch.9:6. Por el encuentro con Jesús, aquella noche silenciosa de Juan 3 murió un fariseo y nació un cristiano, y en el camino a Damasco cayó un judío y se levantó el gran apóstol Pablo. Esto lo hizo la presencia de Jesús.
Cuando Juan el bautista predicaba en el desierto, dijo una frase muy importante: "... entre ustedes hay alguien que no conocen... " Jn.1:26. Juan se refería a Jesús, quien ya estaba entre ellos, pero la gente estaba ciega. No lograba percibir su presencia. Lo mismo pasa con muchas personas que asisten a las iglesias, nunca han faltado a las reuniones, han escuchado cientos de sermones y mensajes, pero aunque Jesús está en medio, jamás han tenido un encuentro personal con él. ¿Cómo se logra ver esto? Porque sus vida no han cambiado, continúan siendo los mismos de siempre, y sus reacciones son como las que tienen las personas que no conocen al Señor.
¿Qué fue lo que ocurrió con Nicodemo y Pablo después del encuentro con el Señor? Ambos murieron a sí mismos y se convirtieron en otras personas. No eran cristianos de medio tiempo, no le dieron solo parte de sus vidas al Señor, su entrega fue total. Nicodemo tuvo el coraje de sepultar el cuerpo del Señor, Jn.19:39,40, bajo el riesgo de ser desaprobado por los demás líderes religiosos, y Pablo se entregó por entero a Jesucristo, al extremo de llegar a morir por él, predicando la causa del evangelio, 2TI.4:7,8. y nosotros, ¿hemos cambiado de vida? El encuentro con Jesús produce cambio, la vida religiosa no.
En un viaje reciente, conversé con una señora en el avión, la cual me dijo con énfasis que ella había tenido su encuentro con Jesucristo hacía poco tiempo, y que esto había cambiado por completo su existencia. Me dijo que había probado otras cosas, pero que fue Jesús quien la cambió por completo. Se notaba contenta y llena de satisfacción por ser de Jesús. También me dijo que sin ninguna vergüenza aprovechaba cualquier ocasión para dar testimonio de Jesús. En ese momento yo me pregunté: ¿Por qué los cristianos que conozco no se notan así de alegres y llenos de vida? La respuesta es obvia: porque a pesar de haber llegado a una iglesia hace mucho tiempo, realmente jamás han tenido un encuentro real con el Señor.
Y usted, ¿ya tuvo su encuentro personal con Jesús? Si la respuesta es afirmativa, ¿cuáles son las pruebas de ello? ¿Los demás, lo pueden notar?
PREGUNTAS:
1. ¿Por qué la vida religiosa no puede cambiar al ser humano?
2. ¿Quién debe tener la iniciativa del encuentro con Jesús, él o nosotros?
3. ¿Cuáles son las características de quien va a la iglesia pero no conoce al Señor?
APLICACIÓN:
Para que nuestra vida espiritual tenga sentido, debemos encontrarnos con Jesús, él cambiará verdaderamente el rumbo de nuestra existencia.
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