El silencio de la noche era profundo, y el día había sido placentero. Nada daba malos indicios. De repente, muy entrada la madrugada: ¡José, José!, una voz que lo sobresaltó y una orden de inmediato cumplimiento: “¡Levántate! Huye a Egipto con el niño y su madre. Quédate allí hasta que yo te diga que regreses, porque Herodes buscará al niño para matarlo.” Mt.2:13, NTV. La acción de José, el padre de Jesús, fue inmediata: “Entonces José se levantó y se fue con el bebé y la mamá a Egipto durante la noche.” Mt.2:14, PDT.
Estos textos nos enseñan grandes verdades sobre la responsabilidad protectora del padre.
Primero nos deja ver de quién es la máxima responsabilidad del cuido de la familia: José, José. El ángel se dirigió al padre del niño para advertirle del peligro. No se dirigió a María, ni al niño, habló con José. Los padres tenemos la máxima responsabilidad de velar por el bienestar de nuestras familias. No solamente de proveerles materialmente, sino de protegerla física y emocionalmente. Esto no le corresponde a la madre.
Un indicio de que hemos dejado de cumplir este rol es cuando la madre pide la intervención del padre sobre algún mal comportamiento de los hijos. También, si los hijos no lo ven a uno como ejemplo a seguir o ya no disfrutan de su compañía, es señal evidente de la falta de responsabilidad por parte del padre, pues su indiferencia hace que los hijos pierdan el respeto por él. Los tiempos actuales y sus peligros, nos gritan fuertemente que no podemos ser más los padres ausentes en el hogar. Ante el peligro, el ángel se dirigió al padre para que este cumpliera con su deber.
Segundo, al comprender cabalmente nuestro llamado a la protección, no podemos permanecer pasivos, es necesario tomar acciones inmediatas y eficaces. Cuando José despertó, su corazón latía con rapidez, no podía seguir durmiendo, tampoco quería esperar que amaneciera, actuó enseguida. La palabra “entonces” indica que tras una acción, la orden del ángel, se dio la otra acción, la prisa de José por llevarse lejos a su familia de la zona de peligro. José entendió el riesgo y no perdió un segundo.
El fácil acceso a la pornografía por internet, distorsiona la mente de nuestros hijos de una manera severa y rápida. El peligro latente de la droga no se puede obviar. La instrumentalización del ser humano como un producto comercial cada día se vuelve mayor, y algo que parece inocente: los programas de televisión sin sentido y superficiales pueden condicionar la mente y conducta de nuestros hijos, y conducirlos a vivir una vida fantasiosa y sin sentido. Todo esto y más nos llama a vivir pendientes del cuido a nuestros hijos.
Si un padre permanece ausente o indiferente ante tanta asechanza del diario vivir, es como si estuviera dormido en un sueño profundo, y al despertar puede encontrarse con muchas sorpresas desagradables, como la desmembración de su hogar, hijos que no recibieron educación ni preparación para enfrentarse a la vida, o muchachos llenos de vicios y desviaciones, a las cuales se les llama “opciones” en la actualidad. Es necesario despertar antes de llegar a un punto de no retorno.
El padre debe intervenir de manera directa en la formación de sus hijos. Debe ser como un león para defender a sus cachorros. Algunas veces puede enfrentarse al mismo hijo porque este se niega a seguir sus instrucciones. En alguno de estos casos, muchos padres terminan diciendo “hacé lo que querrás”. ¡UN MOMENTO! Su deber es continuar adelante, protegiéndolos, aunque a ellos les parezca antipática su dirección. Si usted persevera y se dedica a esta noble labor, en el futuro podrá gozar por los resultados, a la vez que no se lamentará por no haber cumplido con su deber. Cada acción que emprendemos para cuidarlos, es una semilla que sembramos para un futuro lleno de tranquilidad. Y a la vez, un buen ejemplo que se transmitirá de generación en generación.
Mayo de 1979, mi padre y yo caminábamos todas las tardes vendiendo pan por algunos barrios aledaños al nuestro. Así ganábamos algo de dinero para el sustento familiar. La guerra civil de ese entonces nos hacía buscar la vida de esa manera. Una tarde, un militar nos llamó para comprarnos pan, pero antes de llegar donde él estaba, también una señora nos llamó y le vendimos a ella primero. Esto enojó a aquel muchacho que se sentía omnipotente con aquel fusil que portaba y sus pertrechos militares.
–¿Por qué no vinieron primero aquí? – nos dijo– si yo soy la autoridad. –Porque la señora nos llamó– contestó mi papá. –Ustedes debieron venir primero y atenderme a mí– ripostó el hombre, que tendría unos 22 años. Mi papá trató de tranquilizarlo con otras palabras, pero en un momento inesperado, el joven militar me apunto con el fusil con amago de tirar del gatillo. En ese momento mi padre se interpuso entre él y yo, y enseguida llegó otro joven, también militar, y preguntó qué pasaba. Su compañero le dio su versión, y él le dijo –dejalos ir, que andan trabajando. –Bueno– dijo el iracundo y hambriento muchacho. –Les doy diez segundos para que se pierdan de mi vista, sino, disparo. Empezamos a caminar y yo literalmente corría mientras escuchaba el retrospectivo conteo del amenazante muchacho. Para protegerme, mi papá me dijo que caminara adelante, y finalmente doblamos la esquina. Ese es uno de mis lejanos recuerdos que tengo de mi padre como héroe protector.
JOSÉ, si amas a tus hijos, es tiempo de despertar y protegerlos, es tu responsabilidad. Puedes recibir apoyo, pero no desentenderte de ellos. El padre protector provee seguridad a su familia, y ella no vivirá con incertidumbre y temor.
Recuerda: Dios te ha puesto como protector, y consecuentemente, te pedirá cuenta de lo que has hecho para cumplir esta delegación. Ese día, ¿qué vas a decir? El Señor no pasará por alto al negligente ni al perezoso. ¡Cumple tu Responsabilidad!
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