ES NECESARIO QUE ÉL CREZCA, Y QUE YO DISMINUYA


Jn.3:30
Juan el bautista fue uno de los hombres más impresionantes de todos los personajes bíblicos. ¿Por qué? Porque él cumplió fielmente el propósito por el cual vino a este mundo: preparar el camino para Jesús. Jn.l:31,34. Al preparar el camino del Señor, él mismo se aparta para no estorbar la misión de Jesús.

Los discípulos del bautista no entendían esto, y le advirtieron, en tono de celos, "Rabí, el que estaba contigo al otro lado del Jordán, de quien tú diste testimonio, él también bautiza, y todos van a él." Jn.3:26. Le hicieron notar a Juan que Jesús estaba tomando más notoriedad que él, y que no lo debía permitir. Así es la naturaleza humana, llena de rivalidad, de celos, y con ansias de tener el primer lugar siempre. El ego se levanta y muchas veces se impone. Sin embargo, debemos preguntarnos, ¿cuán conveniente es que queramos prevalecer, sobre todo, cuando se trata de Dios?

Cuando somos nosotros los que prevalecemos en nuestra relación con Dios, estamos destinados a sufrir, porque en nuestra vida, Dios debe ser el soberano, aquel ante el cual estemos rendidos completamente. En la mayoría de casos no es así. El rey Salomón cierra su libro de Eclesiastés diciendo que la felicidad plena del ser humano se encuentra en someterse a la voluntad de Dios para obedecerla con alegría, EcI.12:13,14.
El hombre siempre quiere prevalecer, y le gustaría que la idea de Dios no existiera. Tras la Revolución Rusa de 1917, el Estado Bolchevique quiso acabar con todo aquello que había representado a la Rusia de los Zares, empezando por los monarcas y toda su familia y trasladándolo hasta el capitalismo y la religión.
Muchos fueron los juicios sumarísimos que se celebraron en los que se trataba de declarar culpable a todo aquel que no comulgase con la doctrina comunista.
Uno de esos sorprendentes e hilarantes momentos se produjo el 17 de enero de 1918, apenas tres meses después de finalizar la Revolución de Octubre, y en el que llevaron hasta el estrado una acusación formal contra Dios, en la que se le acusaba de todos los males ocurridos a la humanidad y sobre todo por el cargo de genocidio.

Se había organizado un tribunal popular que tendría que escuchar detenidamente todo lo que la fiscalía argumentaría en contra del acusado. A falta de una presencia física en el banquillo de los acusados, se colocó una Biblia sobre la que señalaban los dedos acusadores.

Pero, como todo juicio que se precie, también se contaba con la presencia de un grupo de abogados que debían asumir la defensa de Dios.

Entre los argumentos que presentaron para conseguir la libre absolución del acusado, se alegó los  graves trastornos que padecía Dios, lo que le había llevado a cometer todos los crímenes contra la Humanidad de los que se le acusaba. El tribunal popular declaró a Dios culpable de todos los delitos por los que se le acusaba.

Fue entonces cuando Anatoli Lunacharski leyó la sentencia impuesta al acusado, quien debería morir a la salida del sol del día siguiente. A las 6:30 de la mañana un grupo de soldados bolcheviques, en una disposición exacta a la de un pelotón de fusilamiento, hicieron disparar sus armas con cinco ráfagas que apuntaban hacia el cielo moscovita. Una vez ejecutada la pena se declaro a Dios como muerto, intentando así acabar con el poder que había ejercido la religión sobre el pueblo ruso.

Esto demuestra la independencia que el ser humano quiere tener y la libertad con la que quiere ejercer su voluntad.

La respuesta que Juan el bautista dio a sus discípulos es impactante, y cada uno de nosotros debe tomarla como parte de su vida: "Es necesario que él crezca, y que yo disminuya." Cuando nos convertimos a Jesús inició para nosotros una lucha grande: darle al Señor un espacio en nosotros, que debe ir creciendo en porcentaje a medida que el tiempo va pasando. Lo que nosotros somos, nuestras creencias, sentir, preferencias, gustos y antojos deben ir disminuyendo para que Jesús ocupe todo el espacio de nuestra vida. Si esto no ocurre, fracasamos espiritualmente. Juan dice que "Es necesario que él crezca" porque Jesús a de tener la preminencia en nosotros, porque el gran propósito de Dios para el hombre es que este sea como Jesús, Ro.8:29. Que Jesús ocupe nuestro ser no es algo opcional, sino una imperante necesidad.

¿Cuáles son las razones por las cuales Cristo no crece en nosotros? La arrogancia, la vanidad, la lascivia, el espíritu belicoso, el ego inflado, la prepotencia, los malos deseos, los celos, la ira, e .'Todas estas son razones que mantienen a Cristo disminuido. Así, en nuestro corazón, él permanece en una cruz, mientras nosotros estamos en un trono.

Juan el bautista nos enseñó una gran lección: debemos disminuir en importancia. A esto se llama rendición de lo que somos ante aquel que es el ser más extraordinario de la existencia. Este hombre supo la importancia de disminuir, lo entendió a tal grado, que tuvo que ser sacrificado, murió para darle todo el espacio a Jesús, Mc.6:27-29. Juan era un gran personaje de su tiempo, y Jesús también. Él sabía que al continuar viviendo, su popularidad le restaría espacio al Señor, pues seguramente, muchos irían tras él en vez de seguir a Jesús. La disminución de Juan llegó al grado de la muerte. ¿Acaso no hemos de morir nosotros a todo lo que somos para que prevalezca Jesús en nosotros?

Los discípulos de Juan no entendían esto porque ellos no analizaban el asunto bajo la óptica de Dios y su Espíritu, mientras que Juan, lleno del Espíritu Santo, comprendía y realizaba los propósitos de Dios. Cuando el hombre vive bajo el dominio de su naturaleza, no puede entender las cosas de Dios ni sus propósitos.
Pablo lo dijo de una forma muy especial: "Ahora ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Y mientras vivo en este cuerpo, vivo por fe en el Hijo de Dios, quien me amó y entregó su vida para salvarme." Gá.2:20.
Hermano, si no disminuimos en nuestro ego, si no matamos lo que somos, ponemos en riesgo nuestra salvación. Si en este momento estamos sufriendo, lo más probable es que estemos luchando por aplastar a Jesús que quiere crecer en nuestra vida. Oremos, pidiendo perdón al Señor, porque hasta el momento hemos prevalecido, porque Jesús ha ocupado un lugar insignificante en nuestro corazón, y porque nuestro ego se ha levantado.

Si permites que Jesús crezca en ti, las personas te verán como un gigante, si dejas crecer tu ego, 10 que mirarán será un pigmeo.

PREGÚNTESE:
1. ¿Cuál es la característica que se Necesita para decir como Juan "Yo debo menguar"?'
2. ¿Hasta qué punto está dispuesto usted a llegar para que el Señor crezca en su vida?
3. Usted tiene más características de usted o de Jesús?
4. ¿Cuáles son las razones que impiden que Cristo crezca en nuestra vida? Mencione las de su propia experiencia.
5. ¿Cuál es la máxima prioridad de Dios para nuestra vida? Ro.8:29.
6. ¿Por qué los discípulos de Juan no entendían que Jesús debía crecer más que su maestro? 

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