LA VALENTÍA DE PREDICAR

 Dramática narrativa de ambición y genocidio

Bruno Valle


Un sermón que marcó la historia

El 21 de diciembre de 1511 se pronunció en la isla de La Española (actual República Dominicana y Haití) uno de los sermones más vibrantes y valientes de la historia cristiana. El predicador fue Fray Antonio de Montesinos, dominico que denunció con firmeza los abusos cometidos por los colonos españoles contra los indígenas.

Fray Bartolomé de las Casas, quien más tarde sería conocido como el “Defensor de los Indios”, narra en su Historia de las Indias los acontecimientos de aquel domingo. Describe la fuerza de las palabras de Montesinos, la incomodidad de los colonos al escuchar el mensaje, y las consecuencias que trajo esta predicación (Bartolomé de las Casas, 1875, Tomo III: 365-72).

De las Casas también redactó poco después un informe titulado Brevísima relación de la destrucción de las Indias (1512). En este texto, denunció de manera detallada la violencia, explotación y genocidio que los conquistadores estaban perpetrando contra los pueblos originarios.

El detonante de la denuncia

La valentía de los dominicos no surgió en el vacío. El impulso inicial provino de Juan Garcés, un colono español que, tras haber asesinado a su esposa por celos, huyó y más tarde se convirtió en fraile dominico. Desde dentro de la orden, Garcés relató a los religiosos las atrocidades que había presenciado: masacres, esclavitud y abusos inimaginables contra los indígenas.

El testimonio de Garcés fue clave. Según relata de las Casas, estas narraciones encendieron la llama de la indignación en los dominicos, quienes decidieron alzar la voz contra un sistema sostenido por la ambición y la codicia (Bartolomé de las Casas, 1875, Tomo III: 363).

Es importante recordar que, aunque los españoles eran profundamente religiosos en lo externo —asistían a misa, escuchaban sermones y practicaban rituales—, sus actos estaban cargados de contradicciones. Los frailes vieron en la predicación la única vía para confrontar a los colonos, pues sabían que estos asistirían a la iglesia y se verían obligados a escuchar.

Un sermón memorable

El sermón de Montesinos fue preparado colectivamente por toda la comunidad dominica de la isla, incluido el vicario Fray Pedro de Córdoba, quien lo firmó junto con los demás frailes. Su título fue: “Ego vox clamantis in deserto” (“Yo soy la voz que clama en el desierto”), inspirado en Juan 1:19-23.

Los puntos principales fueron los siguientes:

  1. Los colonos estaban en pecado mortal por la crueldad con que trataban a los indígenas.

  2. No tenían ningún derecho a esclavizarlos ni a despojarlos de sus bienes.

  3. Se recordó que los indígenas eran libres y dueños legítimos de sus tierras antes de la llegada de los conquistadores.

  4. Se les advirtió que, de no arrepentirse, su destino sería la condenación eterna.

Montesinos fue elegido predicador porque, según de las Casas, “tenía gracia de predicar” (Bartolomé de las Casas, 1875, Tomo III: 363). Su elocuencia y su capacidad para conmover eran reconocidas. Durante el sermón lanzó preguntas que golpeaban la conciencia de los oyentes: “¿Estos no son hombres? ¿No tienen alma racional? ¿No debéis amarlos como a vosotros mismos?”

El pasaje de Juan 1 fue usado de manera metafórica: así como Juan Bautista clamaba en un desierto árido, los dominicos clamaban en medio de conciencias endurecidas, insensibles al sufrimiento de los pueblos originarios.

La comparación final de Montesinos fue aún más hiriente: puso a los colonos al mismo nivel que moros y turcos —pueblos musulmanes considerados enemigos de la fe por los españoles—. Para aquellos conquistadores, esa analogía fue un insulto insoportable.

El contexto de la ambición

Para entender este sermón, debemos situarnos en la España de la época. Tras la “Reconquista” (campañas militares para expulsar a los musulmanes de la península ibérica), quienes participaban en ellas obtenían privilegios, riquezas y poder. Al llegar a América, muchos de esos hombres vieron la oportunidad de multiplicar su fortuna, y lo hicieron de forma despiadada.

González y González (s. f., 45) explican que la ambición fue el motor principal. Incluso había inversionistas privados dispuestos a financiar expediciones, esperando recibir beneficios económicos de las conquistas.

En este contexto nació el sistema de Encomiendas, una institución legal que entregaba grupos de indígenas a un colono español (encomendero) con la supuesta misión de protegerlos, educarlos y evangelizarlos. En la práctica, la encomienda se convirtió en un mecanismo de explotación laboral y tributaria, con la excusa de servir al rey de España.

Cuando los colonos escucharon el sermón de Montesinos, lo acusaron de atentar contra la autoridad del rey Fernando y contra el sistema de encomiendas. Así desviaron el tema central —la denuncia de genocidio— y manipularon políticamente la situación (Bartolomé de las Casas, 1875, Tomo III: 372).

Una conclusión desafiante

La Brevísima relación de la destrucción de las Indias nos ofrece un testimonio histórico de primera mano. A través de la voz de Bartolomé de las Casas podemos dimensionar hasta dónde puede llegar la degradación humana cuando se deja arrastrar por la ambición y la codicia.

Este episodio nos convierte en testigos indirectos de las atrocidades cometidas contra pueblos que tenían derecho a la vida, a la libertad y a sus tierras.

Y si miramos nuestra época, cabe preguntarnos: ¿cuánto hemos aprendido realmente? La explotación y la marginación de los más débiles continúa, con otros rostros y bajo otros sistemas, pero con el mismo trasfondo: el abuso de poder y la ambición sin límites.


Referencias bibliográficas

Bartolomé de las Casas. 1875. Historia de las Indias. Vol. Tomo III. Madrid: Imprenta de Miguel Ginesta.

González, Ondina, y Justo González. s. f. Historia del Cristianismo en América Latina. Primera. Florida: Kairós Ediciones.

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